Todos, lo queramos
o no, de una forma u otra somos líderes. En la empresa, en la familia,
en el colegio, en el vecindario. Elegidos o no, nuestra vida es el
permanente ejercicio de la influencia.
El sabio Salomón
nos lleva a pensar en la importancia de las personas con las cuales nos
relacionamos todos los días. "En la multitud del pueblo está la gloria
del rey", afirma él. Tú eres el rey. Tu felicidad dependerá, en parte,
de las sabias relaciones que establezcas con las personas que te rodean.
¿Cómo ejercer una influencia positiva en las demás personas? En
primer lugar, conócete a ti mismo. Y para saber quién eres, necesitas
primero saber quién es Dios. ¿Cómo puedes ir a algún lugar, sin saber
dónde estás? Muchos dolores que el hombre causa son porque el ser humano
no tiene una idea correcta de los límites de su humanidad. Si tú no
eres Dios y tratas de actuar como si lo fueses, te vas a frustrar. Por
tanto, conoce quién eres tú.
En segundo lugar, ama a las personas y
percibe su amor. Ellas solo seguirán a una persona amada. Si tú no eres
amado y obligas a las personas a seguirte, no eres un líder, eres un
dictador. Nadie lidera a nadie "golpeándolo". Eso es abuso, no es
liderazgo. El líder no demanda respeto, administra el respeto que los
otros le dan voluntariamente.
Si tú quieres ser victorioso y feliz
en la vida, no menosprecies la importancia de las otras personas, por
insignificantes que te parezcan. "En la falta de pueblo está la
debilidad del príncipe", dice la segunda parte del consejo bíblico. Una persona sabia no impone su punto de vista a cualquier precio.
Si fuese así, solo podría dirigirse a sí mismo. Cuando tú lideras a
otros seres humanos, tienes que salir del "yo pienso que", en dirección
al "nosotros pensamos que".
Haz de hoy un día de influencia
consciente. Ama a las personas. Trata de comprenderlas. Concédeles una
segunda oportunidad. Inspíralos. Depende de Jesús y recuerda: "En la
multitud del pueblo está la gloria del rey; y en la falta de pueblo la
debilidad de un príncipe".
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