En Marcos 11:25 el mismo Jesús enseñó: "y cuando estuviereis orando,
perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que vuestro Padre que estás
en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas" Estas palabras
siguen inmediatamente después de la gran promesa con respecto a la
oración en el versículo 24: "Y todo lo que pidiereis creyendo lo recibiréis"
El amor a Dios y el amor a nuestro prójimo, son inseparables, la oración
que se levanta de un corazón que, o bien no está bien con Dios por una
parte, o con los hombres por la otra, no puede prevalecer. La
desobediencia a la ley del amor a los hombres, puede ser el gran pecado
aún en la gente de oración, y la gran causa de la debilidad de su
oración.
Y eso, no solamente cuando existe la clara conciencia de la existencia de algo que está mal entre tu prójimo y tu mismo, sino por la costumbre ordinaria de pensar mal y juzgar a los demás; los pensamientos y las palabras sin amor que permites pasar sin ser controladas, pueden también impedir la eficacia de tu oración.
La oración eficaz de un creyente proviene de una vida entregada a la voluntad y el amor de Dios. No según aquello que me esfuerzo para ser cuando estoy orando, sino según aquello que soy cuando no estoy orando.
Y eso, no solamente cuando existe la clara conciencia de la existencia de algo que está mal entre tu prójimo y tu mismo, sino por la costumbre ordinaria de pensar mal y juzgar a los demás; los pensamientos y las palabras sin amor que permites pasar sin ser controladas, pueden también impedir la eficacia de tu oración.
La oración eficaz de un creyente proviene de una vida entregada a la voluntad y el amor de Dios. No según aquello que me esfuerzo para ser cuando estoy orando, sino según aquello que soy cuando no estoy orando.
Si tú has pedido y vives de acuerdo a Su voluntad, ten la certeza de que
la respuesta vendrá en su momento justo, ya que como también sabemos,
con fe y paciencia se esperan las promesas.
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